El Monumental se siente extraño. Con un clima electoral a pleno, esperando que todos los que masivamente concurren a la cancha también lo hagan frente a la urnas el sábado próximo. Hace tiempo que el club espera para la ocasión. Es fácil advertirlo. Paredes y carteles que impactan, que desde hace tiempo albergan promesas con forma de esperanza, exaltación de méritos propios e ironías para desacreditar rivales empotrados en afiches que disparan sonrisas prolijamente ensayadas. Se espera que los nuevos dirigentes se saque un diez en conducción para generar una realidad futbolística diferente. Porque ayer River festejó el empate 1 a 1 como si hubiera ganado los tres puntos ante un Estudiantes que se llevó más sinsabores de los que mereció.
Si Daniel Vega no hubiese tapado los mano a mano con los delanteros de Estudiantes, si Federico Beligoy no hubiera fallado de manera grosera en complicidad con sus asistentes (le anuló mal lo que pudo ser el segundo gol de Estudiantes a Enzo Pérez, no sancionó un penal a Boselli y expulsó, por doble amonestación, a Maximiliano Núñez), si el Pincha se hubiera animado a ser más insistente ante una defensa millonaria desorientada por completo, si no aparecía Ariel Ortega vestido de salvador, si...
No hay fútbol ficción en esta enumeración de situaciones en potencial. En medio de un concierto de errores, River debió perder con Estudiantes. Jugó otra vez sin patrón de juego y perdido dentro de la cancha, padeció imprecisiones que se le cuestionan desde hace tiempo y creó poquísimo riesgo allí por donde los centrales del Pincha demostraban seguridad.
Tantas veces elogiado por su categoría, tan pocas veces desorientado por el juego del rival, Estudiantes se tomó el partido como una manera de darles ruedo a todos su titulares de cara al Mundial de clubes. El equipo platense se había puesto en ventaja con un cabezazo de Leandro Desábato apenas pasada la media hora de juego de la primera mitad. El resultado le sentaba bien y River no lo inquietaba demasiado (apenas con algunos arremetidas de Roberto Pereyra por la izquierda). Quizá por eso el Pincha no se resentía ante la pérdida de algunos jugadores por molestias (Salgueiro, Enzo Pérez y Cellay). A estas alturas, entonces, vale reparar en una cuestión de fuerza: se puede modificar una pieza sin que cambie la estructura colectiva.
El comienzo del segundo tiempo mostró a dos equipos dispuestos a la fricción y Beligoy debió acudir a las tarjetas amarillas para que se dediquen a jugar. Leonardo Astrada mandó a la cancha a todos sus hombres de ataque, pero a pesar de su apuesta ofensiva, el equipo no pateaba al arco ni se acercaba con peligro al área del Pincha.
En el final, Daniel Villalva tuvo un cabezazo en el palo. Y en la última acción del partido, Buonanotte remató y Damián Albil le dejó el rebote en los pies de Ortega para que empuje el balón, y el Burrito, acostumbrado a esas instancias casi épicas, generó un grito de felicidad y desahogo en los hinchas de River.
Los jugadores millonarios, muchas veces cuestionados durante el partido, levantaron las manos en el final para saludar a la gente, que respondió con una ovación para el eterno Ariel Ortega. Los futbolistas encontraron algo de oxígeno con la mente puesta en ganarse la consideración de las nuevas autoridades y el entrenador Leonardo Astrada resiste, como puede, un escenario difícil. Lo que viene demandará de una reconstrucción meditada y bien elaborada.
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son los partidos que River lleva sin poder ganarle a Estudiantes.
Fuente: canchallena.com