Falleció Juan Carlos Muñoz, el único integrante de aquella inolvidable delantera millonaria que seguía con vida. Uno de esos jugadores que, como pide la canción, dejaba la vida por los colores. En River, jugó 11 años, ganó cuatro títulos y colmó de prestigio a la historia del club. Gracias y hasta siempre, Muñoz.
Murió un pedazo incalculable de la historia riverplatense. Sí, como si no fuera suficiente ya con estos dirigentes y jugadores que pugnan por desprestigiar la camiseta hasta el hartazgo, River se estremece en el dolor al tener que despedir a una de aquellas figuras que forjaron la gloria de la institución a base de sacrificio y entrega, sin mezquindades ni ambiciones.
Se despide de Juan Carlos Muñoz, ese volante derecho que -proveniente de Dock Sud y sin cobrar un peso por su pase- llegó a Núñez en 1939, bajo la conducción técnica de Carlos Peucelle y Renato Cesarini, para darle forma a la delantera más famosa y temible del fútbol argentino. Junto a Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau, le dio vida a La Máquina, un quinteto ofensivo que ayer hizo historia desde el campo de juego y que hoy se destaca desde el Museo River a través de un mural acorde a la magnanimidad de esos monstruos.
Un mural que, a partir del miércoles, cuando el museo quede inaugurado para el público en general, se convertirá en el emblema por excelencia de estos cinco cracks millonarios. Allí, el mundo del fútbol podrá contemplar y conocer sus historias, dentro de las cuales no sólo se destacará la de Angelito, sino también la de su asistidor eterno. Ese que corría pegado a la banda derecha hasta el final del campo de juego para tirar el centro atrás y así asistir al máximo goleador de la institución riverplatense.
Ese que jugó once años en el club, ganó cuatro títulos y convirtió 39 goles. Ese que -en una de sus últimas notas- reconoció haber ido a entrenar en colectivo y tranvía a lo largo de toda su carrera, pese a haber sido una de las máximas figuras de su época, y que ahora, seis meses después de haber cumplido 90 años, se lleva consigo un pedazo incalculable de la historia riverplatense. A la última gloria viva de la inolvidable Máquina.
Fuente: LPM
Un River decadente debe recuperar la grandeza
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