Al Burrito se lo vio otra vez en Esperanto el sábado por la madrugada. Y aunque en el cuerpo técnico dicen que tenía permiso para faltar, heredaron un conflicto eterno.
Acaso le puede faltar algún problema más a un River que no le gana a nadie, que cada vez se acerca más a la Promoción, que tiene a sus hinchas en llamas contra los dirigentes y los jugadores, a los dirigentes en llamas con Fabbiani y compañía, a los jugadores en llamas contra los dirigentes? ¿Acaso puede faltarle algo más? Sí, es River. Y lo que le faltaba era que justamente el máximo ídolo, Ariel Ortega, tuviera una recaída más...
El Burrito faltó al entrenamiento del sábado, en la cancha de Sportivo Italiano, y su ausencia no fue informada en el habitual parte oficial. La situación resultaba llamativa porque desde el cuerpo técnico aseguraron que tenía permiso para no ir al entrenamiento matutino. Si fue así, ¿por qué no comunicarlo?
Si bien no pudo confirmarse si Ortega tenía esa licencia, lo que se supo es que estuvo en el boliche Esperanto el sábado a la madrugada. Llegó después de las 6, ya con las luces del día, y dejó el auto estacionado en doble fila sobre la avenida Juan B. Justo, con las balizas prendidas. Entró acompañado de un amigo, recorrió el lugar durante 20 ó 30 minutos y se fue. Quienes presenciaron la escena dicen que su estado no era el mejor.
En ese mismo boliche se dio el incidente que le costó al jujeño su salida de River. El año pasado, Ariel chocó su auto en la estación de servicio que está a metros del lugar preferido de los jugadores (Fabbiani era otro habitué) y esa imagen recorrió todos los canales. Ese día el ídolo faltó al entrenamiento, Simeone decidió separarlo del plantel y River lo cedió a préstamo a Independiente Rivadavia de Mendoza.
Con Gorosito, Ortega faltó una sola vez por un accidente automovilístico menor cerca de su casa, pero antes de debutar en el nuevo ciclo de Astrada volvió a fallar. No por lo que hace en su vida personal sino porque esto tiene incidencia en su vida deportiva. Y en la de todo River.
Fuente: Diario Olé
Un River decadente debe recuperar la grandeza
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