Anoche en el Sur, en una actuación anodina, encarada casi desinteresadamente, River quedó eliminado de la Copa Sudamericana. Es la frutilla del postre de la que será recordada seguramente por “la peor dirigencia del club”. Es casi redundante recordar que durante la gestión Aguilar, River no obtuvo logros internacionales.
Esta gestión que se inició a fines del 2001, está por finalizar formalmente en diciembre del 2009. Sin embargo, después de desquicio institucional y deportivo a la que ha sido sometido nuestro querido River, se puede decir que abandonó el barco mucho tiempo antes. Probablemente, luego del escandaloso último puesto obtenido por Simeone se eligió una estrategia diferente para emprolijar el zafarrancho económico y llegar como sea a los comicios de Diciembre. Para ello se buscó un técnico “ni”, manejable, sin rebeldía, conformista y funcional a las necesidades políticas de la hora.
Un año dedicado a preparar las valijas, que el futuro dirá si son definitivas o como ocurre habitualmente en nuestro país, aguardarán que “el todo pasa” los ubique nuevamente en carrera. No es cuestión de tirar por la borda tanta experiencia acumulada. Si al fin y al cabo, uno que otro campeonato se ganó. Nuestra hinchada se convirtió en la más famosa. Y el Museo está a punto de inaugurarse, dicen por lo bajo los “leales a mis banderas”.
Pronto se olvidará la pesificación de la deuda que redujo de un modo exorbitante el pasivo del club casi simultáneamente con la asunción de Aguilar en su primer mandato.
El desmantelamiento del semillero, las traiciones a Delem y a Ramón, las heridas en el paladar y la identidad futbolística junto a la más grave de todas: la traición a su proyecto político. las infinitas desprolijidades y sospechas que iban despertando temas como la ausencia de licitaciones y las sobrefacturaciones, la apertura impresionante de kioscos, la “amigocracia” atendiendo de ambos lados del mostrador, el pozo negro del futbol amateur y “los desaparecidos”, el presupuesto del fútbol profesional que se comió todo (los grupos inversores anónimos, la Locarnomanía).
En fin… la nueva pantalla, el voley, el básquet, el nombre del estadio, los palcos de la Centenario Media, las canchas de Tenis, el estacionamiento, las Wolfwagen, los recitales, el Instituto, las instalaciones, las goteras, los baños, la publicidad, la pintura del estadio, los créditos leoninos a los empleados, la relación con Macri, la relación con Grondona, peleas fratricidas, instalaciones amuralladas, cracks formados en el club que no quisieron volver más y la deserción de la pelea por los derechos televisivos. Infinidad de cuestiones sin que jamás se acusara recibo de intentar frenar el desprestigio internacional al que se llegó River pasaba de ser el Campeón del Siglo, “el más grande” y “el más campeón” a estar en boca del mundillo futbolero por el caos imperante. Además, nunca se pudo separar el desequilibrio administrativo del futbolístico. Luego, todo redundó en una suma de desencantos. A esta altura, ya próximos al balance, habría que discriminar las responsabilidades que tuvieron Pellegrini, Astrada, Merlo, Passarella, Simeone y Gorosito en tanto fracaso, ya que la pésima política de compra y venta de jugadores fue un denominador común de todos estos procesos. Aún así, queda claro que algunos fueron mucho más complacientes que otros.
En esa lógica irracional de desmantelamiento fue acrecentando la bronca del hincha de River. Que solo vomitó su ira dos o tres veces en el hall, o través de los foros, pero jamás abandonó su increíble fidelidad. Durante estos dos últimos períodos institucionales River tocó fondo. Todo lo que pasó anoche en Lanus, fue la síntesis de ocho años de desencuentros. Una camiseta fea, un equipo que juega feo, una noche horrible y una tribuna que no quiere verse derrotada nunca más. Todo tuvo olor a “ciclo terminado”.
Este es el fin. Las palabras se agotaron. La frutilla del postre no podía ser más amarga.
Comienza una nueva etapa. Antes queda esta transición insoportable.
El tiempo justo para poder pensar y no repetir la historia. Antes que folklóricos slogans sobre supuestas lealtades urge valorar los principios, la ética, la honestidad y la transparencia de quienes manejen los destinos del club a partir de Diciembre.
Fuente: LPM
Un River decadente debe recuperar la grandeza
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